Santo Tomás Apóstol – 3 de Julio
Era judío y, como otros apóstoles, pescador de oficio. Su nombre figura en varios párrafos de los evangelios como Tomás (nombre en hebreo) o como Dídimo (en griego). El significado en ambos casos es el mismo: Gemelo.
Cuando Jesús se dirige a Jerusalén para ser sacrificado, Juan nos narra en su evangelio (Jn 11,16): “Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él” demostrando así su lealtad a Jesús y su valentía al no querer abandonarle.
También durante la Última Cena se dirige Jesús a los apóstoles diciéndoles (Jn 14,15):
“A dónde Yo voy ya sabéis el camino y Tomás le respondió: Señor, no sabemos a dónde vas ¿Cómo podemos saber el camino?” demostrando sus dudas ante su capacidad para entender lo que les estaba diciendo. A esta pregunta Jesús le responde con una de sus afirmaciones más relevantes: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí”. Pero la reseña más recordada de este apóstol figura en Jn 20,24:
“En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba Tomás con ellos. Los discípulos le decían: Hemos visto al Señor, pero él les contestó: Si no veo en sus manos los agujeros de los clavos… no creeré. A los 8 días estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presentó Jesús y dijo a Tomás: Acerca tu dedo, aquí tienes mis manos…. Y no seas incrédulo sino creyente. Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío. Jesús le dijo: Has creído porque me has visto, dichosos los que creen sin ver”.
El martirologio afirma que Tomás predicó en Persia e India, donde fue martirizado en el año 72 y donde aún existe un grupo de cristianos que usan el siriaco como lengua litúrgica y en Madrás se conserva un bajo relieve con una cruz y una inscripción en persa antiguo y que, según la tradición, indica que fue allí donde santo Tomás fue martirizado.
Celebramos su festividad el 3 de julio.
San Roque – 16 de Agosto
Nace hacia la mitad del siglo XIV hijo del gobernador de Montpellier perteneciente, en esa época, al reino de Aragón. A los 20 años queda huérfano heredando una gran fortuna que fue vendiendo y entregando a los menesterosos para seguir lo indicado en el evangelio. Tras despojarse de todo, marcha a Italia que estaba asolada por la peste prestando ayuda en los hospitales a cuantos enfermos le necesitaban o encontraba fuera del recinto hospitalario. Con su palabra les confortaba y animaba, sobre todo a los moribundos de los que muchos sanaban cuando Roque hacía sobre ellos la señal de la cruz. Enterraba a los muertos con sus manos ya que nadie se atrevía a hacerlo por miedo al contagio. Conseguía su alimento pidiendo limosna por lo que terminó él también infectado por la pandemia y, para no resultar un estorbo para nadie, se recluyó en una gruta de un bosque cercano. Cuando más le acosaba el hambre, apareció un perro con un pan en la boca que día tras día se lo dejaba a sus pies mientras le lamía las heridas ulceradas. El amo del perro acabó descubriendo el destino diario del can y brindó cuidados y atención a Roque hasta que se recuperó. Una vez curado, regresa a Montpellier sin que nadie le reconozca salvo un tío suyo que, por miedo a que le reclamara parte de la herencia que aún le correspondía y de la que este se había adueñado, lo arrojó a un calabozo en donde, tras 5 años de penurias, murió.
Fue canonizado en 1584 y se le representa vestido de peregrino, con una pierna llagada y acompañado de un perro con un pan en su boca. Es el santo protector de las epidemias, de la peste, de los peregrinos y los enfermeros. Es también patrón de varias ciudades entre las que se encuentra desde 1518, tras encomendarse al santo por una pandemia, Santiago de Compostela.
Celebramos la festividad de san Roque, el 16 de agosto.