El Corpus es la festividad con la que la Iglesia conmemora la presencia real de Jesús en la Eucaristía. El Señor, en la Última Cena, dona su Cuerpo y su Sangre mediante el pan y el vino, para dejarnos el memorial de su sacrificio de amor infinito.

Luz y fuerza será para los discípulos de Cristo el don que Él ha hecho de sí mismo, inmolándose voluntariamente sobre la cruz. Y este Pan de vida ¡ha llegado hasta nosotros!

Se trata del memorial eucarístico, la memoria viva y consoladora del amor de Dios. Ahí «se celebra el memorial de su pasión».

En la Eucaristía está todo el sabor de las palabras y de los gestos de Jesús, el gusto de su Pascua, la fragancia de su Espíritu. Recibiéndola, se imprime en nuestro corazón la certeza de ser amados por él.

La Eucaristía nos anima: incluso en el camino más accidentado no estamos solos, el Señor no se olvida de nosotros y cada vez que vamos a Él nos conforta con amor.

La Eucaristía nos recuerda además que no somos individuos, sino un cuerpo. Como el pueblo en el desierto recogía el maná caído del cielo y lo compartía en familia (cf. Éxodo 16), así Jesús, Pan del cielo, nos convoca para recibirlo juntos y compartirlo entre nosotros.

La Eucaristía no es un sacramento «para mí», es el sacramento de muchos que forman un solo cuerpo. Nos lo ha recordado san Pablo: «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1 Co 10,17). La Eucaristía es el sacramento de la unidad y de la caridad. Por eso el domingo del Corpus celebramos el día de Cáritas, el día de la caridad.

Además, se suele glorificar al Santísimo Sacramento exponiéndolo en la Sagrada Custodia y salir en procesión por las calles de los pueblos. Pero, en estos tiempos de pandemia como en los que nos encontramos, se hace de un modo más sobrio.

En nuestro caso, en nuestro pueblo, será un acto de adoración con el Santísimo Sacramento en la Plaza de la Iglesia, después de la Eucaristía de 12:30, al no poderse procesionar con la Sagrada Custodia como ha venido siendo habitual por las calles de nuestro pueblo, a causa de las restricciones causadas por el coronavirus.

Esta fiesta del Corpus Christi se celebra desde la Edad Media. Fue en 1246, en la ciudad de Lieja (Bélgica), cuando por vez primera se llevó a cabo su celebración. En 1263 en la ciudad de Bolsena (Italia), la Sagrada Forma comenzó a manar sangre en el momento de su ostensión. En el concilio de Vienne, celebrado en 1311, el Papa Clemente V permitió la procesión por el interior de los templos y en 1447, el Papa Nicolás V procesionó con la Sagrada Eucaristía por las calles de Roma.

En España, el auge popular se debe a que Isabel la Católica, Carlos I y Felipe II participaran en las procesiones presidiéndolas y tras ellos un buen número de reyes continuaron con la tradición. En algunas ciudades es tradicional ejecutar alfombras florales el día del Corpus como alabanza popular al Santísimo Sacramento.

Que Jesús en la Eucaristía sea siempre nuestro alimento espiritual, que nutra y fortalezca nuestras almas. Amén.